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domingo, 25 de marzo de 2012

Los teóricos en el blog

Hay dos entradas que sirven como apoyo al primer teórico: Primer teórico - Parte 1: ¿cómo empezar una historia de los medios? y Primer teórico - Parte 2:  Periodizaciones y continuidades entre el pasado y el presente / 30 años de Malvinas. Quisiera aclarar que no se trata de la desgrabación de los mismos sino de una suerte de resumen realizado a partir de mis apuntes de clase. El objetivo es que cuenten con un apoyo escrito para estudiar y que puedan ver los materiales que se exhibieron durante la clase pero de ninguna manera reemplaza a las clases.
Hasta el martes.

Primer teórico - Parte 2: Periodizaciones y continuidades entre el pasado y el presente / 30 años de Malvinas

¿Desde qué presente encaramos la organización de este curso?
El presente desde el cual encaramos este curso es, desde el punto de vista técnico, el de internet que define nuestra sensibilidad contemporánea y reorganizó el sistema de medios preexistentes. Nacida en la era de la televisión, he experimentado personalmente la emergencia de internet, sus primeros usos y su expansión social. Aun esforzándome por eludir el anacronismo, haber asistido a este ciclo completo de emergencia y consolidación de un medio de comunicación impregna mi imaginación sobre procesos históricos referidos a otros medios. Los debates celebratorios o apocalípticos sobre los usos del hipertexto tuvieron lugar mientras reconstruía en mi investigación los debates que, en otros tiempos, había suscitado la televisión. Esa reconstrucción estuvo atravesada por numerosas frustraciones técnicas: un primer procesador de texto en DOS, los primeros scanners de mano con los que levanté imágenes en bibliotecas con escasos resultados, los primeros programas de OCR que jamás lograron los resultados previstos, el ruido de las primeras conexiones teléfonicas a internet que se cortaban a cada momento, etc., etc. Mi trabajo actual, en cambio, está impregnado por las dificultades y las alegrías de participar del diseño, actualización y expansión de un sitio web. También por las noticias sobre el cierre de Megaupload y las amenazas de cierre de otros sitios que tantas alegrías nos han dado. Esa experiencia material y simbólica es el horizonte de las preguntas que atraviesan nuestras clases.
Si ése es el horizonte de época de esta historia, el horizonte territorial no resulta menos decisivo. Escribir desde la Argentina-América Latina es hacerlo desde los márgenes. Ubicar a la Argentina en América Latina no es una elección en tanto no nos es dado elegir dónde nacemos. Pero tampoco es una obviedad, en tanto no siempre es sencillo reconocernos en nuestro propio territorio. Un problema fundamental de la escritura desde los márgenes es la falta de información sobre los márgenes vecinos. Aunque la historia y el presente nos enfrenta a problemas similares a los de Uruguay, Chile, Colombia, Brasil o México, por citar sólo algunos pocos casos, es más sencillo conocer los problemas de la historia de la prensa inglesa o del nacimiento del fonógrafo en Estados Unidos que los que ha planteado la historia de las agencias de prensa en este continente. Una de las consecuencias de esta situación es encarar una historia nacional, aun cuando se trate de plantear permanentemente la tensión entre proyecto nacional, tendencia a la internacionalización y “destino” latinoamericano (mencionar el proyecto de cátedra y el seminario del año pasado). Si bien estas tensiones no son privativas de una historia de los medios, las determinaciones materiales –técnicas y económicas- en los medios de comunicación son más evidentes que en otros ámbitos de la cultura.
Abordar una historia de los medios en forma nacional implica reproducir, por lo menos, dos problemas fundamentales que no quiero dejar de mencionar. En primer lugar, la falta de información y de trabajos comparativos sobre otros países de América Latina deja de lado el modo en que algunos proyectos ideológicos y algunas empresas comerciales han tenido como objetivo territorial unidades mayores que las naciones latinoamericanas. Dicho de otro modo, se corre el riesgo de interpretar en forma errada el rol de los medios en la sociedad nacional. En segundo lugar, las historias nacionales tienen serias dificultades para no reproducir el ideario nacional de los proyectos políticos que dieron lugar a los medios surgidos durante el siglo XIX y de muchas políticas de medios implementadas durante el siglo XX. Se trata de un ideario que, paradójicamente, encubrió más de una vez la extrema dependencia de los proyectos nacionales latinoamericanos respecto de la economía y la política de los centros. En este sentido, hablar de “medios de comunicación argentinos” no resulta en absoluto evidente.
Un camino relativamente sencillo sería pensar en una cierta tensión histórica o una suerte de pasaje desde lo nacional a lo internacional, de lo local a lo global. Muchos trabajos sobre los periódicos y las revistas aparecidas a fines del siglo XIX y comienzos del siglo XX concluyen que esos proyectos apuntaron a la construcción de una identidad nacional, tanto desde el punto de vista de la homogeneización de la lengua en un momento histórico en que la heterogeneidad lingüística de un país que llegó a contar con más inmigrantes que nativos, como desde el punto de vista de los valores políticos que la prensa periódica venía a infundir. De la misma manera, la expansión de los proyectos periodísticos y particularmente de los canales de televisión, la industria discográfica y los satélites durante la década del sesenta, suele verse como un efecto de la intervención más o menos directa de los capitales norteamericanos en la región. Desde esta perspectiva, sería fácil de fundamentar ese pasaje de lo nacional a lo internacional en la segunda mitad del siglo XX. Sin embargo, la historia desalienta una interpretación tan lineal. Por el contrario, lo nacional y lo mundial se presenta como una tensión permanente a lo largo de todo este programa de teóricos que recorre un período que coincide con lo que Eric Hobsbwam definió como un breve siglo xx.
Desde el punto de vista de la historia de los medios el siglo xx coincide, en buena medida, con el proceso de emergencia, expansión, hegemonía y declive del sistema de broadcasting. La radio y la televisión se implementaron en forma nacional a través de emisoras centralizadas que emitían su programación en forma simultánea a receptores dispersos en el espacio y sin conexión entre sí. De esta forma, la centralización de la emisión y la construcción de una audiencia de masas fueron los dos elementos determinantes del sistema. La concentración de la emisión dio ejemplos paradigmáticos de usos autoritarios de la radio y la televisión en la historia política mundial. Sin embargo, también dio ejemplos de “tomas de canales de televisión” por parte de movimientos populares. La concentración que facilitó el uso de los medios de broadcasting por parte de los dueños del poder en un momento de la historia, también facilitó su caída en otro momento. Desde el punto de vista técnico, internet tuvo como principal objetivo descentralizar la emisión y alternativizar la circulación. Dicho de otro modo, en el sistema de broadcasting bastaba con tomar o destruir la fuente de emisión para controlar todo el sistema. En cambio, en internet la estructura en red redundaba en una mayor seguridad para el sistema ya que destruir un nodo no afecta, en principio, al resto de la red.
De esta forma, internet señalaría el inicio del siglo xxi. Sin embargo, limitar el siglo xx a los medios de broadcasting significaría desentenderse de muchos procesos que vuelven la historia de ese siglo mucho más densa. ¿Qué lugar ocuparía el cine que recorre de punta a punta el siglo, o las enormes transformaciones de la prensa popular, la emergencia de nuevos géneros, la aparición de nuevas formas de profesionalización?


Estas decisiones sobre los comienzos inciden directamente en todas las periodizaciones, cortes y finales. Sólo las historias no meditadas llegan “hasta el presente” pero ningún historiador lo hace sin más.


En esta segunda parte de la clase me gustaría proponerles un trabajo sobre una empiria que anuncia el cierre de nuestro programa y algo que va a ser objeto de análisis por parte de ustedes en un trabajo práctico: la relación entre los medios y la política y un momento peculiar que es el de la Guerra de Malvinas. Estamos ante el aniversario N° 30 de la guerra y se trata, sin duda, de un problema de nuestro presente. Creo que por eso mismo un tema en debate es si resulta posible escribir la historia de Malvinas aún, si no es demasiado pronto, si no es una herida abierta, etc., etc.

Pero como les dije, me gustaría empezar al modo en el que comenzamos en los trabajos de investigación: recortando un corpus de análisis (en este caso imágenes de TV) e intentando reconstruir qué significan. Para esto les voy a pasar un fragmento de imágenes del programa especial 24 horas por Malvinas que emitió ATC el día 8/9 de mayo.
 
Fue un programa conducido por Cacho Fontana y Pinky para recaudar dinero para un Fondo Patriótico Nacional al que debían aportar figuras del espectáculo, la cultura, la política tanto como “el pueblo en general”.  Nunca se supo exactamente cuánto se recaudó pero se habló de 1.500.000 de dólares sobre los que pesan todo tipo de denuncias de malversación.
Veamos un fragmento del programa que corresponde a la presentación y a agunas entrevistas de las primeras horas (en clase se pasó la intervención de Susana Giménez  que fue al programa con Ricardo Darín, su pareja entonces):


Me voy a detener muy sintéticamente en algunos elementos de lo que acabamos de ver:

1)    Títulos del programa: Pinky y Jorge Fontana pero también la participación de “Todo el país”. Sería difícil encontrar una fórmula más adecuada para la idea de que las celebridades eran las caras visibles de una multitud anónima que apoyaba la causa patriótica.
2)    Escenografía: el piso del estudio donde se realizó el programa contenía tres espacios diferenciados: la tribuna del público, una pequeña tribuna llena de aparatos de teléfonos atendidos por voluntarios que recibían los llamados para las donaciones y el piso central por donde desfilaban actores, cantantes, deportistas y donde se hicieron presentes distintas personalidades, incluido el Canciller Nicanor Costa Méndez.
3)    Género: 24 hs: programa excepcional (Daniel Dayan y Elihu Katz, La historia en directo. La retransmisión televisiva de los acontecimientos permite pensar este tipo de programas que rompen con la grilla televisiva).
4)    Canal : ATC, ex Canal 7, hoy  TV Pública (¿continuidad/discontinuidad?) Un dato a tener en cuenta: la novedad técnica fundamental de ese período es la incorporación del color: El Mundial 78 se transmitió en blanco y negro en el país y en color para el exterior con lo que resultó la máxima distancia entre la información interna e internacional. Durante la guerra de Malvinas esta separación se vuelve crucial porque la fue, sin duda, el momento culminante de la interpelación nacionalista. Durante la misma, la televisión apeló a los argentinos, al tiempo que no cesaba de representarlos mediante símbolos y escenas modélicas.
5)   La nación: la Tv (como la radio en tanto ambos comparten ciertas características del broadcasting) es un medio que materializa la conexión territorial en forma muy diferente a la prensa (esto va a ser un problema de nuestro recorrido en el programa). La transmisión desde el estudio era interrumpida por la transmisión de los móviles desde distintos puntos de la ciudad de Buenos Aires y hacia el final del programa, también desde Rosario. Frente a los estudios de ATC se congregó una multitud con banderas de las distintas colectividades que “han formado esta patria” según las palabras de Pinky. En el momento en que los elencos de los canales 9, 11 y 13 se congregaron en el estudio de ATC para cantar el himno, la cámara pasa de los actores, al público y al primer plano de un granadero. Resulta evidente que la Nación está compuesta por la sumatoria de todos estos individuos y colectividades nacionales que la Argentina ha recibido generosamente. Como cantan durante su intervención en el programa Claudia y Nito Mores junto a su padre Mariano Mores, autor de célebres tangos, sentado al piano: la “patria es un poncho que abriga como el sol de la mañana”. El programa producido por ATC recuperaba una escena de manual escolar: las damas mendocinas entregando sus joyas al general San Martín. La relación entre la sociedad y el ejército había encontrado una fórmula que incluía abnegación y desprendimiento, elegancia y familiaridad, femineidad y valores patrióticos. Pinky y Cacho Fontana sumaron “seriedad y emoción” a esta cruzada solidaria que tenía, también, antecedentes televisivos en algunos programas ómnibus de gran rating. El discurso militar no tuvo dificultad en presentar la idea de que el pueblo argentino se hallaba ante una guerra justa. Inglaterra era un país con una larga historia colonial mientras que la Argentina era un país pacífico,  amante de la “paz justa”, donde “no hay odio”, tal como señaló el Canciller Nicanor Costa Méndez durante esos días. Inglaterra, en cambio, adoptó dos figuras en el discurso televisivo: el león (imperial) y el pirata (ladrón). En uno de los spots que repite el slogan “Argentinos, a vencer” se puede ver un león que avanza por la selva a través de la mira de un arma:


El aviso que lleva la misma música que el programa de las 24hs por Malvinas se emitió en un contexto de espera producido luego de la invasión argentina a las islas y hasta la llegada de las primeras tropas inglesas al Atlántico sur. Esa espera era también la traducción de una distancia espacial que daba cuenta de la situación colonial de las islas: mientras el ejército argentino podía invadir las islas en una madrugada, las tropas inglesas necesitaban movilizarse desde el otro lado del mundo y no contaban con bases territoriales cercanas a las islas. 

Ahora bien, ¿cómo ubicar en la historia este fragmento que acabamos de ver? 

La primera reacción que tenemos al ver este programa –como la mayor parte de los programas, publicidades o películas realizadas durante esa etapa- es el rechazo frente a algo muy “otro”, muy ajeno en el tiempo y en la sensibilidad política. Como si fuera algo que no puede rozarnos porque pertenece a un pasado clausurado en cierta forma. Creo que es la interpretación que se impone desde la transición a la democracia donde Malvinas ocupa un lugar fundamental y que hasta hoy predomina en casi todos los textos sobre la cultura del período, de ahí la dificultad para abordar ese período desde nuestra materia. Y sin embargo....
Para discutir esa interpretación que me resulta demasiado cómoda a esta altura, me gustaría pasarles un fragmento de un programa de la semana pasada.
Es un fragmento de Animales sueltos, un programa que sale de lunes a viernes en AméricaTV (lunes a jueves 23.30; viernes 23hs), conducido por Alejandro Fantino y que en la página de América se anuncia de la sigte manera:



Un programa distendido, diferente y audaz que te va a mantener despierto todas las noches. En Animales sueltos la actualidad y las          noticias del día se entrecruzan con los personajes e invitados más     insólitos. La animalada de ser argentinos que te va a mantener          despierto todas las medianoches por las pantallas de América.

En clase vimos un fragmento de este programa emitido el jueves 15 de marzo y que había sido subido al siguiente link de youtube:
Actualmente, a pesar de que muchas otras emisiones de Animales sueltos siguen colgadas online, en ese link aparece la siguiente imagen:



En esa emisión de Animales sueltos se hablaba de Bailando por un sueño que se propuso –como nosotros- conmemorar los 30 años de Malvinas de una manera sensiblemente más creativa que la nuestra. A la productora Ideas del sur se le ocurrió armar una pareja entre un ex combatiente y una kelper, de la misma manera que el año pasado incluyó una “enana” y este año anuncia que va a incluir a alguien con “síndrome de down”. La analogía entre los ex combatientes, los enanos y las personas con síndrome de down resulta tan evidente que las modelos que participaron de la emisión de Animales sueltos pudieron descubrirla fácilmente.
El problema que nos plantea este fragmento (al margen del problema de que esto forme parte de la televisión actual...) es qué diferencia, qué distancia, qué clase de superación supone esto respecto de la Tv de la dictadura?
Toda la discusión de la ley de medios y el informe sobre Papel prensa (puede verse en el libro de Saborido y Borrelli que incluimos en el programa un capítulo sobre papel prensa) permitió plantear las continuidades existentes entre la dictadura y la actualidad desde el punto de vista económico y político. Sin embargo, eso no implica necesariamente revisar las enormes continuidades estético culturales entre un momento y otro.

Tomemos el caso de Pinky: fue una figura creada por la TV desde los años 50 (es probablemente la primera figura creada por este medio en la Argentina, que no venía ni de la radio ni del cine), es la primera cara visible de ATC cuando se realiza el pasaje al color y fue candidata a intentente de La Matanza por el Partido Radical en 1999, Secretaria de Promoción y Acción social del gobierno de De la Rúa y Diputada de la Nación por  Unión-PRO entre 2007 y 2011. De manera que la democracia no sólo no la condenó, sino que le permitió reconvertir su carrera de conductora televisiva en diputada nacional.
Muchas interpretaciones plantean que la frivolidad de los medios ocultaba la represión y las desapariciones. Hay una tapa de la revista Gente que analiza Cora Gamarnik (en el texto que incluímos en la bibliografía de la materia). Es la foto de una chica de trencitas en bikini, con un titular sobreimpreso en la foto que dice “La historia secreta de la guerrilla en Argentina. Hechos. Fechas. Armas. Hombres. Lugares.” La lectura de esa tapa tiende a plantear el modo en que la dictadura banaliza, oculta y desplaza a través de esa yuxtaposición.
Al ver el programa de Fantino de la semana pasada, no puede dejar de pensarse en el modo en que ese programa yuxtapuso igualmente la frivolidad de las modelos con el ex combatiente. La idea (del sur) de yuxtaponer una kelper y un ex combatiente va en el mismo sentido.
Por otra parte, en 24 horas por Malvinas se ponía en escena un sentido común de época acerca de la nación, el pueblo argentino, el coraje, el deber, etc. En Animales sueltos se pone en escena un sentido común de lo políticamente correcto:
.- no se puede juzgar desde afuera, sólo puede opinar por el tema la víctima (otro ex combatiente), algo que en principio conecta con los organismos de derechos humanos ligados a familiares pero que lleva a argumentos difíciles de sostener como que sólo Blumberg o Baby Etchecopar puedan opinar sobre la inseguridad.
.- no se puede discriminar a nadie por ser “enano”, tener síndrome de down o ser ex combatiente... Sin embargo, no deja de discriminárselo de mil maneras al ubicarlo en un programa donde, dejando de lado la falta de inteligencia, la burla es permanente.

Primer teórico - Parte 1: ¿Cómo empezar una historia de los medios?

Normalmente en un primer teórico se espera que el profesor presente la materia: éstas son las principales hipótesis del programa o en términos más pedagógicos: cuáles son nuestros objetivos; queremos que uds al final del recorrido sepan, conozcan, puedan hacer tales y tales cosas.
Por un lado, esto es indispensable porque necesitamos establecer una suerte de contrato de trabajo para el curso pero, por otro lado, resulta algo vacío (en el sentido de formal, falto de contenido) porque uds todavía no leyeron nada de la materia, no saben de qué se trata y, por lo tanto, resulta muy difícil saber a qué nos estamos refiriendo exactamente. Es algo así como hacer teoría de la materia cuando falta la empiria correspondiente.
Por eso se me ocurrió encarar este comienzo de curso intentando poner en práctica lo que pretendemos de uds que es básicamente problematizar la historia de los medios en tanto entendemos que es un área no completamente consolidada de la historia y sobre la que pesan debates teóricos (¿qué son los medios? ; ¿desde qué disciplina, área o perspectiva encarar su estudio?; ¿está más relacionada con la historia social, la sociología de la cultura, la historia política, la historia de la técnica, o qué?) y también metodológicos (¿cómo estudiar la historia de los medios?) que en muchos sentidos podríamos pensar como problemas historiográficos.
En este sentido, no alcanza con decir que la historia no es objetiva o que se trata de un relato; es indispensable poder desarticular en detalle los problemas que llevan a que eso sea así. Tampoco basta con decir que la historia se escribe desde el presente (cosa que efectivamente creo que es así) sino que necesitamos interpretar nuestro presente para poder hacerlo, sobre todo en una época que se caracteriza por haber cambiado las percepciones respecto del pasado, la memoria y el futuro.

En este sentido, en esta clase me gustaría abordar tres problemas “historiográficos” importantes:

1)    Los inicios: ¿cuándo comienza a contarse la historia de los medios?

2)    Las periodizaciones: ¿qué fechas, hitos, acontecimientos podemos tomar para establecer los cortes entre un período y otro? ¿Los finales?


3)    Las delimitaciones geopolíticas: ¿es posible escribir una historia nacional de los medios? Sobre todo, cuando los medios han tendido permanentemente hacia la expansión de las fronteras nacionales/desterritorialización/globalización (según la perspectiva desde la que se lo mire). Desde el telégrafo que es el primer medio de comunicación que van a abordar en los trabajos prácticos, hasta internet que es el medio de nuestro presente, esta premisa recorre nuestra historia contemporánea.

4)    La relación entre teoría y empiria: la relación entre la teoría de los medios y la historia de los medios es una premisa fundamental de nuestro programa. Partimos de la base de que se trata de una relación de doble vía: la historia nos permite entender mejor los medios y la teoría nos permite interpretar históricamente.
La relación entre el programa de teóricos y prácticos sigue esta premisa pero en forma casi invertida: mientras el programa de prácticos es más general (tanto desde el punto de vista como desde la geopolítica que propone: es más internacional en todo sentido) y propone textos que cuentan con una superficie teórica más evidente, el programa de teóricos aborda la historia de los medios en la Argentina. En este sentido, el programa de teóricos está más cerca en todo sentido: más cerca de nuestra sociedad, de nuestras investigaciones y de nuestros problemas. Pero a partir del planteo de que para encararlos, nos hace falta ir y venir desde las cuestiones más generales y más lejanas geográfica y temporalmente, a las más específicas, cercanas y presentes. También partimos de la idea de que es más fácil reproducir la investigación que ya está hecha o las teorías estabilizadas y/o aceptadas o consensuadas que pensar aquello en lo que estamos sumergidos y que cuenta con menos tradición de investigación como es el caso de la historia de los medios en la Argentina.


Hay un célebre libro de Edward Said que se llama Beginnings –Comienzos- que analiza aquellos libros que –según Said- han pasado a la historia de la literatura –entre muchos otros méritos- por la belleza o contundencia de sus primeras líneas. En esa antología de comienzos célebres Said incluye el Quijote de Cervantes y Cien años de soledad de Gabriel García Márquez dentro de los ejemplos de la literatura en lengua española.
Aun a riesgo de caer en esquematismos y simplificaciones creo que las historias de los medios escritas hasta el presente, apelan a algunos lugares comunes para sus comienzos que vale la pena desmenuzar antes de avanzar en el relato de cómo sigue esa Historia. 



En este punto, además, la pregunta que se se nos impone es cómo comenzar hoy una historia de los medios en la Argentina: ¿cuál es el inicio más apropiado?

El Telégrafo Mercantil. Rural, polémico, historiográfico, fundado en 1801 por Francisco Cabello a instancias de Manuel Belgrano que era Secretario de Comercio en el Consulado y del Virrey Avilés fue el primer periódico fundando en el Virreynato del Río de la Plata.
Comenzar una historia de los medios en la Argentina refiriendo a este hito fundacional no exigiría justificación alguna porque de hecho, las historias de la prensa existentes refieren sin excepción a este hecho.
Sin embargo, nuestra pregunta es: ¿qué presupone este inicio y qué tipo de continuidad imaginamos entre ese periódico de la época de la Colonia, los periódicos actuales, el cine, la radio o internet?
Supone concebir la historia de los medios como una historia que tiene su inicio en la prensa política ilustrada . La Revolución francesa suele situarse en el origen y la expansión de la prensa europea. La circulación de escritos políticos y la formación de una esfera de debate público de ideas es la condición para la aparición de un periodismo que ejercería presión, control o brindaría algún tipo de garantía de transparencia sobre el poder del Estado. Esta concepción –que también estaría en el origen de la prensa inglesa y norteamericana- convierte al periodismo en un órgano indispensable de la República donde su función principal sería el equilibrio frente al poder político. ¿Cómo concebir el origen de la prensa en América Latina a partir de estos supuestos cuando los primeros periódicos fueron escritos por funcionarios del gobierno? A lo largo del siglo XVIII, aunque no de manera uniforme, algunas ciudades virreinales incorporaron imprentas y desarrollaron gacetas y diarios: La Gaceta de México y Noticias de Nueva España (1722); La Gaceta de Guatemala (1729); La Gaceta de Lima (1743); La Gaceta de la Habana (1764); Papel Periódico de Bogotá (1791); Primicias de Cultura en Quito (1792)entre muchos otros. En el Virreynato del Río de la Plata, el primer periódico fue el Telégrafo Mercantil. Rural, polémico, historiográfico, fundado en 1801 por Francisco Cabello a instancias de Manuel Belgrano que era Secretario de Comercio en el Consulado y del Virrey Avilés. A través de la instalación de imprentas, librerías, bibliotecas, academias y salones se crean las condiciones materiales para la producción y circulación de periódicos y gacetas durante el período de la Independencia. Se trata de una suerte de fundación material de la Ilustración en las sociedades latinoamericanas que, sin embargo, coexiste en el tiempo con el florecimiento del Romanticismo europeo. En ese contexto, hay pocos periódicos independientes de un poder político que, además, tampoco podría pensarse –al menos hasta mucho más tarde- como un poder de Estado. Por otra parte, el público lector era extremadamente reducido para llegar a conformar una esfera pública. En cualquier caso, si puede imaginarse un público durante esa etapa no fue el resultado de la expansión de lectores durante la Ilustración.
Por otra parte, como es bien sabido, la consolidación tardía y dificultosa de los Estados Nacionales en América Latina (y en varios países europeos) explica que el debate sobre la Nación se convierta en un objetivo central para la emergencia de muchos periódicos en el período que sigue a las guerras de la Independencia. Esto explica que muchos periódicos adoptaran como nombre La Nación o El Nacional en esta parte del mundo, pero se trata de un proceso que poco tiene que ver con la relación entre Estado y esfera pública.
Entre los periódicos nacidos durante el siglo XIX en la Argentina que continuarán siendo órganos importantes a durante el siglo XX se destacan La Prensa, fundado en 1869 por José C. Paz y La Nación, fundado en 1970 por Bartolomé Mitre.  La historia del diario La Nación permite focalizar en la compleja relación entre periodismo y Estado durante varias décadas. Entre 1862 y 1869 José María Gutiérrez editó La Nación Argentina, fundado para defender la obra de gobierno de Bartolomé Mitre (Presidente entre 1862 y 1868). Si este gobierno forma parte del proceso de conformación de un Estado Moderno en la Argentina, difícilmente podría funcionar el diario según los modelos republicanos “clásicos”. Pero una vez que Mitre retorna al llano, el diario no podía sino cambiar. Se produce una transformación importante del estilo del diario y de su lenguaje político. Ricardo Sidicaro (1993) señala que la compleja operación de asumir la representación de la sociedad sin dejar de defender intereses sectoriales, no sería tarea fácil. La Nación Argentina había canalizado ideas desde el gobierno; La Nación, en cambio, pretendería hacerlo con las inquietudes y demandas de la sociedad. Recién en ese momento puede pensarse en un rol periodístico de acuerdo al modelo de separación entre periodismo y Estado. Pero en ambos casos, había un objetivo común: construir la opinión pública, actuar como mediador entre la sociedad y el Estado, en un espacio público marcado por los estilos de los diarios partidistas. Así, más allá de la vinculación directa con una facción política, el nuevo medio de prensa nacía en el seno de una situación condicionante cuyas trazas conservaría durante varias décadas.
De esta manera, el diario era una necesidad de sus fundadores y sólo a posteriori pudo encontrar su “público”. En este sentido, Sidicaro se pregunta si era posible construir la opinión pública con una tirada de mil ejemplares. El diario La Nación, y aún más La Prensa tendieron a crecer en la cantidad de ejemplares vendidos, sin embargo, el carácter político y escasamente comercial que Mitre otorgaba a su diario quedó registrado en una anécdota narrada por varios de sus biógrafos. Cuando el administrador de la empresa, Enrique de Vedia, le comunicó que los suscriptores se borraban en forma alarmante, Mitre le contestó: “Cuando haya renunciado el último imprima dos: uno para usted y otro para mi” (op.cit.: 17). El desinterés comercial es explícito pero se vuelve aún más evidente si pensamos que el capital invertido para crear el diario fue de 800.000 pesos, el equivalente a 2.500 hectáreas de la pampa, algo ínfimo para los grandes propietarios de tierras. Claramente el funcionamiento del diario no se basaba en la suscripción o en la publicidad y su rédito no podía medirse en ese plano. Al mismo tiempo, no deja de asombrar el desinterés por el público en un diario que pretendía “construir opinión pública”.
En el cambio de siglos (XIX y XX) se producen una serie de transformaciones culturales que inciden directamente en el devenir de la Historia de los medios en la Argentina. Esas transformaciones han sido interpretadas de diferentes maneras según en qué cronología y en qué marco teórico e ideológico se inserten. Sin embargo, en todos los casos, persiste la idea de que en la vuelta del siglo un periódico deja de ser el producto de una idea que representa a una clase y que debe ser expresada, sino que pasa a ser también la respuesta a una transformación social y cultural de una población crecientemente alfabetizada. Esta transformación coincidiría, además, con un pasaje desde el modelo “francés” al “norteamericano”, lo cual suele ser explicado como un pasaje del periodismo de ideas, doctrinario y faccioso, a un periodismo comercial, basado en la publicidad e interesado en captar la mayor cantidad de lectores. Ese pasaje supone también un cambio de escala considerable del público lector.


Un segundo modo de concebir las historias de los medios: las historias culturales de la prensa (Raymond Williams). En estos casos, suele tomarse como acotecimiento inaugural la emergencia de la prensa comercial donde ocupan un lugar fundamental los primeros folletines -hacia 1840- concebidos como un nuevo género de entretenimiento dirigido a un público de masas recientemente alfabetizado. Se trata del mismo público que más tarde se volcará al radioteatro y a la telenovela, todos ellos formatos que recuperan la matriz melodramática del folletín escrito. Estas historias conciben a los medios simultáneamente como una industria cultural o una empresa comercial masiva y como objetos de interés para los sectores populares. Se trata de un relato que encuentra su eje principal en la Revolución industrial concebida como Revolución técnica que permite la proliferación de impresos baratos, la expansión del público lector y profesionalización del escritor/periodista.
La transformación de los métodos técnicos de impresión (asociado a los procesos de urbanización) permite el aumento exponencial de los impresos y paralelamente un crecimiento del público lector que no sólo aumenta cuantitativamente sino que se transforma cualitativamente ya que, si el primer proceso de la Revolución política afectó a un público ilustrado, este proceso de la Revolución industrial afectó a un público popular y, en consecuencia, produjo una transformación radical del tipo de impresos puestos en circulación.

Ambos modos de concebir la historia de la prensa tienen algo en común y es que, en ambos casos, se valora muy positivamente la modernidad. En un caso, porque la modernidad se concibe como el proceso culminante de formación de una esfera pública burguesa. En el otro, porque la modernización industrial habría permitido la incorporación de sectores excluidos: la alfabetización de sectores populares, su ascenso social y la apropiación diferenciada de los productos que los sectores hegemónicos intentaron imponer. 

Estos comienzos han dominado la historiografía de los medios y adolecen, sin embargo, de dos problemas importantes para nuestra mirada contemporánea:

Por un lado, son logocéntricas. Y con esto quiero decir que consideran a la palabra impresa el factor determinante para una historia de los medios. Ya sea porque desconfían de la imagen como un elemento contrario a los fundamentos iluministas de la modernidad (en el primer caso de las historias políticas de la prensa) o porque valoran positivamente los alcances de la alfabetización masiva y su apropiación por parte de los sectores populares (en el segundo caso de las historias culturales) , la imagen ha sido subestimada en los procesos de transformación de la prensa y de ampliación del público. La prueba de esto que estoy diciendo es que ese público ha sido unilateralmente considerado como público lector.
Muchos estudios recientes han señalado que ese público –hasta ahora considerado como lector, insisto- valoró especialmente aquellas publicaciones que incluyeron fotografías y dibujos. De manera que no sólo leyó revistas y periódicos, sino que también miró ávidamente las ilustraciones. Hasta no hace tanto tiempo, las historias de la prensa no se pensaron en conexión con las historias de la fotografía, el cine y la radio. En este sentido, creo que los historiadores de los medios nos encontramos frente a un primer desafío: la inclusión de la imagen como una parte integral de la historia de la prensa.
De allí que la invención de la fotografía hacia 1840 es otro hito relativamente coincidente con la emergencia de una prensa comercial de masas que da lugar a una historia diferente: la que corresponde a la producción y reproducción técnica de la imagen. Se trata de una historia que va a tener mucha importancia en la historia de los medios y que, si uno quisiera poner el acento en ese aspecto de la cultura contemporánea, concebida como una sociedad de la imagen o como una cultura visual, podríamos pensar la invención de la fotografía como su momento inaugural.

El segundo problema que encuentro en esos comienzos mencionados es que parten de una concepción de la historia orientada hacia el futuro. Lo hacen en base a una cierta idea de progreso y novedad que resulta difícil de aceptar en nuestra época y, sobre todo, en relación a los medios de comunicación que tuvieron un rol muy importante en la transformación de la percepción del tiempo. Los medios modernos pusieron en escena la necesidad de la novedad permanente y al instante pero ese tiempo de la modernidad hoy ya no existe. Por un lado, vivimos en una época volcada hacia el pasado y dominada por la memoria. Por otro lado, como lo dice magníficamente Boris Groys, desde las últimas décadas del siglo XX, “el futuro ya no promete nada nuevo; más bien hay que imaginárselo como una interminable repetición de lo ya existente” (p. 13).  En este sentido, creo que el segundo interrogante de un posible programa de historiadores de los medios es cómo escribir la historia de unos medios nacidos en un mundo que miraba hacia el futuro desde un presente volcado hacia el pasado y la memoria.

Apunto, aunque no voy a desarrollar acá que una alternativa a estas historias es la que uds van a ver en las clases de prácticos a través del texto de Patrice Flichy que elige comenzar con el telégrafo (que implica la creación de un código universal homogeneizado, el morse y la construcción de la primera red de comunicación) que marca la separación entre transporte y comunicación y con eso el inicio de una lógica desterritorializada de la mediatización, así como una tendencia a la simultaneidad de las comunicaciones.

domingo, 18 de marzo de 2012

Inicio Primer cuatrimestre 2012

El lunes 19 de marzo iniciamos las clases teóricas y prácticas. Ya pueden consultar los horarios, el programa y el cronograma correspondientes a este cuatrimestre en el sitio de la cátedra.
En el programa están indicados los links de los textos que se pueden consultar online en el sitio de ReHiMe (Red de Historia de los Medios) que coordinamos los integrantes de esta cátedra.
Nos vemos en las clases.
¡Buen inicio!